Otro aniversario más de mi país Hidalgo

Otro aniversario más de mi país, Hidalgo.

El 16 de enero de 1869, Hidalgo se convirtió oficialmente en un estado libre y soberano. Este evento, aunque celebrado año tras año, merece una reflexión profunda sobre el presente y el futuro de nuestra tierra.

Yo no soy mexicano (solo jurídicamente). Hidalgo es mi verdadera patria que me ha visto crecer. Sin embargo, sigue gobernada por políticos leales al gobierno mexicano central en la Ciudad de México, de herencia criolla. A pesar del encanto de mi país, no puede progresar porque sus gobernantes solo buscan enriquecerse, y la mayoría de las personas en Hidalgo, al igual que en el resto de México, solo buscan "a ver qué chingan". Se quejan de la corrupción, pero son ellos mismos quienes la comienzan.

Hidalgo, con su historia rica y un legado cultural incomparable, se encuentra atrapado en un ciclo de estancamiento político y social. Las promesas de progreso y desarrollo parecen ser solo eso: promesas que nunca se materializan. A pesar de sus encantos naturales, su gastronomía única y su gente trabajadora, Hidalgo no puede progresar porque sus gobernantes continúan sirviendo intereses ajenos, lejos de las verdaderas necesidades del pueblo.

Una tierra rica gobernada por la mediocridad

El verdadero problema de Hidalgo radica en su clase política, históricamente subordinada al centralismo de la Ciudad de México. Gobernantes de herencia criolla y con lealtades más fuertes hacia el poder central que hacia su propio pueblo han mantenido a Hidalgo en una posición de dependencia y retraso.

Pero no se trata solo de los políticos. Gran parte de nuestra sociedad se ha acostumbrado a una mentalidad de apatía y corrupción. Se quejan de los políticos corruptos, pero no dudan en buscar beneficios personales, muchas veces a costa de los demás. Esta doble moral es un obstáculo para cualquier cambio significativo.

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Un futuro distinto es posible

¿Qué necesita Hidalgo para cambiar? En primer lugar, una verdadera autonomía que le permita tomar decisiones basadas en sus necesidades y no en los intereses de un gobierno central distante. La posibilidad de que Hidalgo busque su independencia de los Estados Unidos Mexicanos o, al menos, un modelo de autogobierno similar al de Groenlandia con Dinamarca, debería estar en la mesa de discusión.

Además, es hora de que las lenguas indígenas, como el otomí y el náhuatl, resurjan y sean reconocidas como oficiales. El castellano podría permanecer como lengua secundaria, garantizando los derechos de la minoría hispanohablante, pero el énfasis debe estar en preservar y revitalizar nuestra identidad lingüística.

El verdadero enemigo: nuestra mentalidad

Más allá de la política y las estructuras de poder, el cambio comienza en nosotros mismos. Es necesario romper con la mentalidad conformista y oportunista que ha caracterizado a nuestra sociedad durante tanto tiempo. Necesitamos ser un pueblo recto, honesto y con visión de futuro.

Un Hidalgo más justo, inclusivo y próspero no es un sueño imposible. Pero para alcanzarlo, debemos estar dispuestos a enfrentarnos a nuestras propias fallas y trabajar unidos hacia un objetivo común. Ojalá que en un próximo aniversario podamos celebrar no solo nuestra historia, sino también un presente y un futuro de verdadera dignidad y progreso.